lunes, 14 de mayo de 2012

Lo natural


Lean estas letras. No pueden perdérselas. Son negras, absolutamente negras, sin trazas de azul ni de verde. ¡Negras cien por cien!
¿No les he convencido? Vaya.
¿Y si les digo que son naturales? Porque ahora parece que ser natural es lo más. Que algo sea de color negro, o azul o verde o marrón, no parece impresionarnos demasiado. Al fin y al cabo, ser de un color u otro no es un valor en sí mismo. Pero ser natural… ¡Oh, ser natural!
“Si es natural, es bueno”, dicen Punset, los de Trina, mi peluquera y los del gas. Y todos lo hacen bajo una capa de maquillaje pretendidamente natural, cuidadosamente iluminados, con sus dientes recién blanqueados y ese aire cásual, que es como se dice cuando, después de probarte medio armario, haces ver que has salido vestido con lo primero que has pillado. “Lo natural es bueno”, repiten con sonrisa beatífica. Y casi me dan ganas de creerlo.
¿No son naturales las peonías, el agua, las borrajas y las esmeraldas?
Pero natural es también la muerte natural, los terremotos, la envidia, el mosquito Anopheles, la amanita muscaria, los huracanes, el arsénico o la araña errante brasileña. Mientras que artificiales son los fuegos artificiales, algunos corazones que funcionan, la inseminación artificial de la que nacen no menos hermosos bebés, los libros electrónicos e incluso los de papel, el cloro que salva millones de vidas y hasta esta sección que se hace llamar “las naturales” y que escriben alternativamente una rubia y una pelirroja que lo son hasta que decidan ser otra cosa.
Conste que a mí me gustan los tomates que saben a tomates y huelen a tomates como a la que más, y la miel, y el lino, y el algodón orgánico. Pero una fábrica del tamaño de medio campo de fútbol produce tanto tejido como cinco millones de ovejas, con la diferencia de que cinco millones de ovejas necesitan un prado del tamaño de Bélgica para quitarse el hambre. Así que, si tengo que elegir, casi me quedo con mi jersey sintético de H&M y una esplendorosa Bélgica sobre la que hacer picnic o en la que cultivar tomates.
No desdeño lo natural, solo la falta de precisión terminológica, el maniqueísmo bobalicón, los bandos fuera del fútbol, las historias de buenos y malos fuera de Disney, concentradas en un spot publicitario. Compréndanme: escribo libros, estoy rodeada de científicos, farmacéuticos y niños no menos hermosos, tengo un estimado lector con marcapasos, una bicicleta, un coche, una razonable fe en el progreso… Si me quieren vender algo, no me vengan con que es natural.
Y ahora les dejo. Me duele un poco la garganta y me voy a hacer una infusión de raíces de regaliz, malvavisco y erísimo, con malva y tomillo. Se la recomiendo. A mí me va muy bien. Y es… deliciosa.
Sobre la imagen: puse "natural" en Imágenes de Google y, después de unas cuantas cascadas, me salió esta fotito donde aparece esta chica recién levantada de la cama, ¡qué digo levantada!, ¡aún sigue en la cama!, sin peinar, sin maquillar, sin trazar, sin retocar, natural como la vida misma.
Esta columna apareció publicada el 13 de mayo de 2012 en Heraldo de Aragón.

3 comentarios:

Mara Oliver dijo...

Estando cerca del chulapesco San Isidro, te diré que tienes mucha razón, "naturaca", tú siempre la tienes.
Besotes artificiales, Srta. Oro, se los doy a la pantalla y hacen pum en tu mejilla adorada ;)

Sorbil dijo...

¡Jajaja me caes más bien, oye!

Alba Úriz Malón dijo...

Cuando me despierto yo también estoy natural. Pero natural de verdad: con marcas de almohada en la cara y las cejas despeinadas. Qué suerte tiene esa chica ;).

Me pregunto qué te llevó a escribir ese artículo... ¿Un anuncio de la teletienda, tal vez?